Como la gran mayoría de los matrimonios que apenas acaban de unir sus vidas, Tina y su esposo Harry soñaban con formar una hermosa familia llenando su hogar de hijos. Sin embargo, tras incontables intentos, Tina no logró embarazarse, ni siquiera con tratamientos lo consiguió.

Tras mucho hablarlo, tomaron la decisión de adoptar y aunque los trámites fue un proceso que llevó mucho tiempo y que se tornó muy complicado, un día inesperado recibieron la gran noticia de que su solicitud por fin había sido aprobada, Tina y Harry serían padres de una hermosa niña.

Julia, ese era el nombre de su hija, llegó recién nacida al orfanato de Siberia en Rusia y fue adoptada a los 8 meses de edad. Al principio todo era felicidad, pero al paso del tiempo conforme Julia crecía notó que algo andaba mal.

Facebook/Tina Traster

Y es que muchos pensarán que adoptar es de color rosa pero no es así, en primera es un proceso que requiere de mucho tiempo y es muy complicado. No todo es felicidad por darle a un niño un hogar, a veces las cosas pueden resultar muy difíciles.

Cuando Tina y Harry adoptaron a Julia, ambos tenían aproximadamente 40 años de edad. Como la tuvieron con ella desde que era una bebé, pensaron que ella los querría con facilidad, pero desafortunadamente no fue así.

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Julia no mostraba ningún tipo de sentimientos hacia sus padres. Nunca miraba a Tina a los ojos ni era capaz de permitirle que esta le abrazara. Siempre se mostraba triste, apática y distante e indiferente de todo lo que acontecía a su alrededor.

La actitud de la pequeña destrozaba cada vez un poco más a sus padres, pues no entendían su comportamiento si ellos daban todo por ella. Pensaban que tal vez no eran buenos como para recibir siempre rechazos y negativas por parte de la pequeña.

Ante esta actitud, Tina cayó en depresión, se cuestionaba una y otra vez sobre su labor de ser madre y se consideraba una pésima.

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Durante su estancia en la guardería, Julia empeoró, todos argumentaban que era una pequeña muy problemática, lo extraño es que nada le hacía falta, y amor era lo que más tenía a su alrededor. La situación angustiaba mucho a Tina, pues cada vez que iba por ella al colegio la encontraba sola, alejada de sus compañeros e incluso llegó a encontrarla en varias ocasiones escondida en los baños o bajo algún escritorio. La actitud de Julia cada vez le rompía más el corazón, así que decidió buscar a un psicólogo y a un pediatra para hablar sobre su comportamiento y entender que era lo que pasaba con su hija.

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Fue entonces que Tina escuchó hablar por primera vez sobre el trastorno reactivo de vinculación y Julia presentaba síntomas de él, normalmente este trastorno lo padecen aquellos niños que fueron abandonados y Julia era uno de ellos.

La condición que padecía Julia era habitual pero grave, ya que esta impide a los pequeños construir lazos emocionales saludables con sus padres. Julia se encontraba en un estado traumatizante, pues nunca se le mintió respecto a cómo había llegado al hogar de Tina y Harry.

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Sin embargo, nunca se dieron por vencidos, estaban dispuestos a todo con tal de entender a Julia e ir poco a poco hasta que lograran ganarse su cariño. A diario, trabajaban con ella para que pudiera recuperar sus emociones y su confianza en los demás.

Poco a poco, consiguieron que su hija mejorara, Tina nos relata que no fue fácil pero tampoco fue un imposible. Ahora ella tenía el honor de sentirse amada por un hijo y menciona que ello es algo sumamente indescriptible.

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A Julia le encantan los animales, tocar el violín, y su película favorita es Pinocho, a pesar de las altas y bajas, Tina y Harry ahora disfrutan de la bendición de tener una gran familia, la que siempre soñaron.

Ambos se sienten muy orgullosos de su hija, ya que ella ha podido dejar atrás sus temores. Es una niña más segura, simpática y sociable. Su lucha sin duda termina siendo una gran inspiración para todos. ¡Felicidades por la familia de Tina y Harry!